Cada vez que nace un niño especial, nace un padre especial.
Cada vez que el miedo y la ignorancia nos privan de algo, el mundo se hace un poco más pequeño.
Cada vez que no nos escuchamos por dentro, y sólo atendemos a lo que oímos fuera, nos desconocemos un poco más, nos alejamos de quienes queremos ser. Nos deterioramos también.
Y a veces, este deterioro es irreversible.
Es cierto que algunos retos resultan
abrumadores en esencia y es humano el temor de que nuestras capacidades no
estén a la altura de conseguir metas mayores que las que previamente nos
habíamos marcado, las que estaban en nuestros planes, las perfectas.
Es humano también el orgullo y la necesidad de
saber que estamos haciendo lo correcto, que estamos preparados para aquello que
hemos elegido en la vida y para sentirnos parte competente en este mundo competitivo.
Sentir que tenemos el control sobre nuestra vida nos reporta cierta seguridad y
comodidad que metabolizamos en forma de vitaminas para poder sobrellevar el
ritmo que nos imponen. Es, hasta cierto punto un alivio no tener que luchar más
de lo necesario. Bastante es ya “lo necesario”.
Pero ocurre que a veces la vida te sorprende
con un reto grande, enorme. De esos que pocos creen estar preparados para afrontar. Y
sucede entonces que la mayoría de las voces a tu alrededor de repente suben el
volumen y no dejan que te escuches, y se empeñan en hacerse eco de tu vida, de
tu decisión, y se creen más merecedores de tu atención que tu propia voz,
cuando al fin y al cabo es ésta la que va a tomar la decisión. Una decisión que
va a cambiar tu vida por completo, ya sea porque decidas afrontar el reto o
porque decidas darle la espalda.
Nadie tiene derecho a quitarte tu voz. Nadie.
Por mucho que te quieran y que piensen que lo hacen por tu bien, nadie debe
hacer que recorras un camino que ni conoces ni deseas porque en el proceso otros, además de ti, pueden quedar injustamente dañados.
Pero tampoco nadie debe amedrentarte con cuentos de ayer en los que traer al mundo a alguien diferente suponía una desgracia insuperable que no tiene más que aportar a tu vida que todo aquello que los demás rechazan. Y mucho menos menguarte con afirmaciones que te hagan parecer incapaz de superar las barreras y baches que te vas a encontrar en el camino. Nadie sabe de lo que eres capaz, puede que ni siquiera tú.
El camino no es un camino de rosas, y si bien en todos los caminos uno puede encontrar algo maravilloso, sólo
en los caminos desconocidos, aquellos por donde poca gente se atreve a
transitar, quizá porque son más duros de recorrer, es donde se encuentran
especies extraordinarias con propiedades inimaginables.Pero tampoco nadie debe amedrentarte con cuentos de ayer en los que traer al mundo a alguien diferente suponía una desgracia insuperable que no tiene más que aportar a tu vida que todo aquello que los demás rechazan. Y mucho menos menguarte con afirmaciones que te hagan parecer incapaz de superar las barreras y baches que te vas a encontrar en el camino. Nadie sabe de lo que eres capaz, puede que ni siquiera tú.