About this blog

Blog que quiere llenarse de pequeñas historias, de las que nacen cuando estás cerca de personas con Síndrome de Down
...y de otras que ocurren cuando te da por pensar.

jueves, 16 de agosto de 2012

La energia de lo cotidiano


Qué curioso. Hasta ahora las vacaciones representaban ese siempre corto espacio de tiempo en el que te brindas la oportunidad de ausentarte de la rutina, o al menos de la mayor parte posible de la misma. Ausentarte del trabajo, ausentarte de tu casa y hasta de tu gente. Alejarte de la ciudad en la que vives para ir rumbo a un oasis conocido o a uno por conocer. Alejarte para relajarte o para excitarte con algo nuevo y diferente, para descubrir y disfrutar de aquello que de alguna forma te hace olvidar lo más posible esa rutina.

Ausentarte para soñar, alejarte para disfrutar. ¿No es extraño?

Sin entrar en el tan manoseado ya discurso de lo equivocados que estamos si llevamos una vida de la que deseamos escapar y de que nos pasamos el año entero malviviendo sólo para poder tener un par de semanas de buen vivir y todo eso que ya sabemos y de lo que mejor no hablamos, no sea que caigamos en la típica depresión postvacacional: ¿No es extraño?

Para mí lo es hoy.

Supongo que porque es la primera vez que mis vacaciones han sido lo opuesto. Las vacaciones han consistido en volver a casa, como en aquel anuncio de los turrones El almendro que a los de nuestra generación se nos ha quedado enquistado en esa parte que nuestro cerebro dedica a almacenar soniquetes, ya sabéis, los temas de la banda sonora de nuestra vida.

Pues sí, cual Paloma San Basilio me sentía yo pensando en volver a casa por vacaciones, aunque no fueran las de Navidad.

Volver para disfrutar, volver para recargarme, volver para aclararme, para conectarme, para recuperarme, para soñar. Volver.

Y sin duda alguna han sido los pequeños de la familia los que me han llenado la mochila de provisiones. Todos esos sobrinillos revoloteando alrededor han creado como un campo de energía que mi cuerpo y mi mente han absorbido con una sed insaciable.

Ha sido regenerador ver a la más pequeña con ese carácter dulce y generoso, con su apetito aventurero y exquisito, su hambre por comer y su hambre por saber. Qué ganas tiene de hablar, qué ganas tengo de que hable. Es adorable.

¿La sorpresa? Ver como los mayores empiezan a dejar de ser niños y tener la necesidad de estar en un nuevo registro con ellos que te permita un acercamiento desde otro punto, porque el de antes ya no sirve. Realmente retador.

Qué divertidos los medianos, con sus cachivaches, sus historietas, su curiosidad, su energía sin límites. Todo un regalo.

Y finalmente Ana. Das por hecho que esta pequeña, con poco más de dos años, su cromosoma de más, que hace muchos meses que no te ve, no se va a acordar de ti. Entonces ella te ve y se olvida de lo que está haciendo y te recibe con una de esas sonrisas suyas demoledoras que hace que te tiemblen las rodillas y te tiende los brazos abriendo y cerrando esas manitas blancas y redonditas como nubecillas. No sé ninguna palabra que describa como te sientes. Pero sí sé lo que hacer con este regalo, y si sé que quizá no siempre es necesario alejarse para recargar las pilas, a veces no hay nada como filtrar y valorar entre lo cotidiano para encontrar una fuente de energía que te colme y te nutra y disfrutar de las pequeñas maravillas de tu entorno.


No hay comentarios:

Publicar un comentario