About this blog

Blog que quiere llenarse de pequeñas historias, de las que nacen cuando estás cerca de personas con Síndrome de Down
...y de otras que ocurren cuando te da por pensar.

jueves, 24 de mayo de 2012

Confieso


Confieso que entre mis miedos está el miedo a la ignorancia. En realidad al miedo que produce la ignorancia, y es que ambos se retroalimentan.
El miedo que nace del desconocimiento pone tantas barreras y tantos límites que reduce el universo a la mínima expresión, produciendo rechazo a lo desconocido y tachándolo de carente de interés, de innecesario, de inapropiado, o a lo peor: de hostil y abominable.

Ese miedo que nos convierte en negligentes, arrogantes, intolerantes y a lo peor: agresivos, tiene tal trascendencia, que embadurna tristemente la hermosa capacidad que hace del ser humano uno excepcional que es la Inteligencia. La insulta, la menosprecia, la humilla.

Confieso que me aterra la simple idea de que el desconocimiento me lleve a ignorar aquello que bajo la apariencia de lo extraño esconda una maravilla y confieso que me aterra aún más el pensar que pueda rebelarme contra algo que, por desconocido, me despierte el lado beligerante que todo alma tiene y retuerza hasta asfixiar la posibilidad de descubrir algo absolutamente fantástico.
Pero también confieso que no siempre es fácil acercarte a lo desconocido, sobre todo cuando te sorprende de una forma un tanto decepcionante, cuando no esperas que lo que habías planeado que fuera acorde con el mundo que conoces, se materialice en forma de algo a lo que no sabes cómo enfrentarte o mucho peor: a lo que no sabes si quieres enfrentarte.
No creo que haya alternativa al enfrentamiento cuando de superar un miedo se trata. No creo que el miedo a la ignorancia se combata de otra forma que no sea desde el esfuerzo por conocer, desde el esfuerzo por entender, desde el intento por comprender que lo desconocido no desaparece por mucho que lo ignores o que lo menosprecies y lo mejor: no siempre oculta una amenaza. A veces, de hecho, oculta una gema indescriptible, un sabor inimaginable, una emoción liberadora, una solución mágica, una cura para una herida antigua, o  sencillamente algo que cambia tu percepción de la vida para siempre y la enriquece de una forma insospechada.
Puede que a la mayoría de nosotros el desconocimiento y la incertidumbre nos provocara ese tipo de miedo la primera vez que fuimos conscientes de que ese pequeño ser que venía a participar de nuestro mundo tenía un cromosoma de más. Brindo por todos los que no se rindieron y supieron enfrentarse a ese miedo, acercarse a él, desnudarlo para intentar comprender su mecanismo y volverlo a vestir con nuevas prendas tejidas con los hilos del conocimiento. Brindo por todos los que aún habiéndolo hecho no encontraron todo lo que buscaban, pero perdieron el miedo a acercarse. Y brindo por los que en el proceso recibieron un regalo mágico, inesperado e inolvidable. 

Confieso que me hallo entre estos útimos.


No hay comentarios:

Publicar un comentario